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ada la alta solubilidad en agua y la baja capacidad para quedar retenidos en el suelo, se han encontrado concentraciones de varios neonicotinoides en lagos, ríos, humedales, aguas subterráneas e incluso en el mar. La presencia de los neonicotinoides en el agua pone en riesgo las comunidades acuáticas ya que organismos como los macroinvertebrados pueden ser muy sensibles a estos químicos.
Los macroinvertebrados acuáticos son bioindicadores clave para estudiar la calidad de las aguas, y además representan un componente significativo de biodiversidad en la mayoría de los ecosistemas de agua dulce. Algunos de los macroinvertebrados más sensibles son los insectos (efemerópteros, plecópteros) y algunos crustáceos. El declive de los macroinvertebrados debido a la contaminación por neonicotinoides puede modificar las cadenas tróficas. Por ejemplo, en Holanda se detectaron declives poblacionales de algunas aves asociados a la desaparición de los macroinvertebrados acuáticos por el uso de imidacloprid en la agricultura. Japón no es un ejemplo aislado, en el lago Shinji la biomasa de zooplancton media había descendido un 83% desde que se introdujeron los neonicotinoides.
Recientemente, un estudio español del 2018 ha testado los efectos de imidacloprid y una mezcla de cinco neonicotinoides (imidacloprid, acetamiprid, clotianidina, tiametoxam y tiacloprid) en las comunidades de macroinvertebrados acuáticos mediterráneas. Estos neonicotinoides han sido propuestos para ser incluidos en la lista de observación de sustancias que deben ser estudiadas en las aguas y que está recogida en la Directiva Marco del Agua.
Los resultados obtenidos muestran que las especies más afectadas han sido las larvas de varios insectos, un efemeróptero (Cloeon dipterum) y una subfamilia de mosquitos (Chironomini), y un orden de copépodos (Cyclopoida), unos pequeños crustáceos que forman parte del zooplancton. Estos organismos han mostrado una sensibilidad mayor a los neonicotinoides que en otros estudios realizados en zonas del norte de Europa y otras zonas tropicales. De esta manera se puede ver como la presencia de estos tóxicos supone un estrés adicional para los organismos a parte de las ya duras condiciones climáticas típicas de la región del Mediterráneo a las que se tienen que enfrentar (altas temperaturas y escasez de lluvia).
Además, este estudio propone unos umbrales máximos de estos insecticidas en el agua para que no supongan un peligro para los organismos que se encuentran en los ecosistemas acuáticos. Estos umbrales se situarían entre 0,001 mg por litro y menores, dependiendo de la duración a la exposición, un rango bastante inferior del que permite actualmente la Unión Europea y que se sitúa en 0,002 mg por litro. Finalmente demostraron que el efecto aditivo de los neonicotinoides funciona a corto plazo, esto quiere decir que los efectos que individualmente tiene cada neonicotinoide en los organismos se suman cuando estos aparecen juntos en las masas de agua. Por otro lado, este efecto aditivo de momento sólo se ha observado en períodos de tiempo corto ya que depende del tiempo que tarde en degradarse en el ambiente cada insecticida.
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